sábado, 26 de abril de 2008

Don Noel no estaba equivocado..

Es una interrogación que muchos podemos entender como una afirmación, afirmación contextualizada en experiencias propias que más allá de sus resultados nos dice que el amor verdadero es sin dudas el que compartimos.
Sentada en un cosultorio como estoy ahora, sufriendo la eterna espera, observando desde el primer piso como transitan autos, como entran y salen los botones del hotel de lujo que tengo enfrente y coaccionada por la necesidad de mantenerme sentada para redactar esto, escucho charlas superficiales de los pacientes que esperan conmigo mientras el sonido de las páginas de una revista resuena en mis oídos al dar paso a la siguiente nota que no les proporcionará más conocimiento que las actividades del fin de semana de "Su Gimenez" en las costa de un vecino país. Sin dejar de atender a todas estas cosas pienso, trato de desentrañar si realmente experimenté un sentimiento tal, traté de buscar explicaciones sin éxito final, sin ideas arribando a mi cabeza, pero sin dejar de estar segura de algo, que algunos nacimos para ser amados y otros sólo para mar, y que la conjunción de ambos como una amalgama hace del romance un bálsamo,la experiencia mejor recordada, la avidez que puede subir al podio, la plenitud.

Carecer de los factores antes mencionados no significa privarse del sentimiento del amor verdadero, aún cuando este no es correspondido. He aquí el dilema, ¿realmente es amor verdadero?. Sí, ya sé que asentí anteriormente, pero una vez que está ahí surge esa nebulosa que me hace dudar acerca de ello, y es que en esas personas que descreen de esto existe la concepción de que la reciprocidad es garantía, aún cuando no se dan cuenta ese "algo" implícito oficia de pilar a su idealización romántica.

No obstante amar implica el infinito de variables que uno quiera considerar y sólo es posible validarlas con el reconocimiento, aceptando no sólo el sentimiento sino también las consecuencias que esto trae en nuestros cambios de actitud, en la manera de entender la vida, de mirar a quien tengo cerca, de escribir, de motivarse.
El producto puede ser admirado por tus progenitores, progenitores de tus progenitores, amigos, conocidos y aledaños que ruegan a todos los santos, vírgenes y beatas para que no abandones el paroxismo de la felicidad que se nota en tu semblante. O por el contrario, la angustia invade tus días y sólo esperas que la amargura no deje su huella.

Mora en las profundidades más inhóspitas una satisfacción, una certeza y es que al fin y al cabo es real, concreto y eso lo hace irremediablemente verdadero; amor verdadero, de ese que ya no quiere entender de parámetros, sólo quiere amar sin importar nada, hasta sentirse exhausto, extinguido dentro del corazón en que arde el sentimiento.

Para ellos allá fuera que quizás no piensan igual, les dejo una de las escenas más lindas de una novela, que afirma (para alegría de ustedes y mía también, no porque haya cambiado de criterio de una oración a la otra sino porque me gusta mucho la novela) que a veces el amor correspondido si es el verdadero.



“..Calibra mis sentidos un lápiz que dibuja sueños disolutos…Mademoiselle Parseaun”

miércoles, 9 de abril de 2008